domingo, 31 de enero de 2016

Reescribir el final

Siempre han dicho que no nos enamoremos dos veces de la misma persona ya que la segunda vez que lo hacemos nos enamoramos de los recuerdos.

Puede que a Lucas le pasara eso mismo o puede que jamás hubiera estado enamorado de aquella chica o incluso puede darse la circunstancia de que pensara que todo podía cambiar, en ese caso no se enamoraría de recuerdos, sino de esperanzas.

Tampoco es que hubiera dejado de creer en el amor por ella, no había tenido oportunidad de ello, además de que sabía que aún le quedaban varios años para conocer el amor verdadero. Puede que simplemente no estuvieran predestinados y fueran ellos los que forzaron al destino para que jugara de su parte y por ello se destrozaron mutuamente, posiblemente sus caminos no se habían cruzado de esa manera, porque si hubiera sucedido así, hubiera sido tan maravilloso que habrían dejado una huella más grande que la que debe ser dejada y por esto, el destino decidió separarlos.
Pero si estaba escrito así ¿por qué todo le decía que podría hacer algo más? Por todas las dudas que almacenaba en su cabeza decidió empezar una segunda parte porque aunque nunca fueron buenas, poseía todo el tiempo del mundo para ser la excepción que confirma la regla.

Varias veces le había pedido consejo a su hermano mayor sobre lo que podía hacer, pero cada vez que hablaban, su hermano intentaba por todos los medios descubrir quién era aquella misteriosa chica, no era porque le diera vergüenza admitir que tenía novia a la temprana edad de doce años, ni mucho menos contar que aquella chica se trataba de su vecina de enfrente, Marta, sin duda no era ninguna de esas causas, simplemente, Lucas tenía miedo de que le dijeran que era demasiado pequeño o que su relación jamás sería de verdad, le aterraba que tuvieran razón y que el sólo estuviera haciéndose la vida más complicada.  Y como lo único que podía hacer era aprender a controlar esos miedos para poder librarse de ellos, siguió según lo que le dictara el corazón, porque aunque se equivocara sabría que hizo lo que en ese momento quería.

Hubo una ocasión en la que su hermano desistió en intentar averiguar algo y simplemente le citó una frase que había leído recientemente, le dijo que el amor era darle el poder a alguien de que te destruya, confiando en que no lo hará.

Con aquello algunas de sus muchas respuestas quedaron resueltas. Él sabía perfectamente que amaba a Marta y aunque no hubiera sido la primera vez que le sucedía eso, en esta ocasión se había dado cuenta de que no podía confesárselo, porque si le había destruido una vez podría volvérselo a hacer, podía ser que el destino le ayudara o no, por lo que decidió no jugársela y un día mientras iba a su encuentro decidió terminar con las posibilidades de volver a salir dañado.

Puede que tuviera diez años menos que su hermano y que él no supiera mucho acerca de ese tema, pero sí sabía con certeza que si le regalaba una margarita ella conocería la verdad, así que optó por regarle una sin pétalos, para que jamás supiera si la quería y así nunca darle el poder de volverle a destruir.